jueves, 18 de abril de 2013

La última vez que veo un tango en París

Esta semana, que me ha resultado sumamente tediosa, probé a atenuar el hastío viendo películas que tenía desde hace tiempo en mi lista.

Algunas relativamente recientes y lacrimógenas, otras no tanto; otras ya muy vistas pero que me apetecía volver a ver; otras de las que es mejor que no comente títulos por aquí para no agraviar la reputación de persona entendida en Cine que tanto me ha costado labrar, y una que me vi ayer en V.O.S. precisamente por el enorme compromiso que supone mantener dicha reputación.
Último tango en París.


Lo cierto es que en el minuto 10 ya sabía que no me iba a gustar, que se me iba a hacer eterna, y que me iba a obligar a terminarla porque soy así de masoca. Sólo por el placer de tacharla (apretando con fuerza el boli)

La anoté hace muchos años, precisamente por el título, sin saber absolutamente nada del argumento ni del tipo de película que era.

Mi problema es que tiendo a incluir en mi lista prácticamente toda película que lleve en su título “París” o “Roma” o lugares por el estilo. Así me pasó con “La última vez que vi París”, que no es que sea de mis favoritas, pero que me gustó más de lo que me esperaba ya que antes de verla no me habían hablado muy bien de ella, y claro, yendo predispuesta a ver algo mediocre tirando a malo, es fácil llevarme una grata sorpresa cuando el producto resultante no es de tan mala calidad como las expectativas me hacían creer.


Hace un par de años, a raíz de la muerte de la actriz principal, Maria Schneider, recordé que aún no la había visto. Todos los periódicos se hicieron eco de la noticia, haciendo pequeñas reseñas de su biografía, y señalando la interpretación tan magistral que realizó para ser uno de sus primeros papeles protagónicos, que a la postre sería el más conocido de su carrera.

Pero ni por ésas: no me ha gustado.

Eso por ser cortés y no decir que me ha parecido totalmente prescindible (vale, lo acabo de decir). Y no es porque numerosas escenas me parecieran de mal gusto, acompañado las más de las veces con el absurdo más desconcertante. Es más bien porque, al igual que no entendía el comportamiento descerebrado e inconsciente de la protagonista en la primera parte de El Tiempo entre Costuras, no soy capaz de entender cómo la chica de la cinta se puede llegar a enganchar tanto de un tipo (por muy Marlon Brando que sea y por muy joven y bisoña que ella sea) que la somete a tales vejaciones y violencia solapada.

Es hacerme comulgar con ruedas de molino.

Me esperaba otra cosa con tan sugerente título y buenas críticas. Pero me ha defraudado grandemente. Y no sólo porque la psicología de los personajes se me antojaba rebuscada e incoherente, sino también porque la ciudad apenas aparece. No tiene presencia en absoluto, lo cual, tratándose de París y más del barrio de Passy, me parece casi un insulto. ¡Por favor!, que no se trata del último tango en Matalascañas (con todos mis respetos a Matalascañas) que estamos hablando de París, amada u odiada/osa en mayor o menor medida, y se merece cierto protagonismo.


En fin, ya sabéis que no soy dada a publicar entradas sobre lo que no me gusta, pero en esta ocasión no he podido pasarlo por alto.

Una obra que muchos encumbran, yo procuraré no volverla a ver. Haber perdido dos horas de mi tiempo (no voy a decir valioso porque a veces no lo es tanto) ya ha sido suficiente sacrificio en pro del Séptimo Arte.
Espero que me lo recompense cuando vea la siguiente de mi lista.


2 comentarios:

  1. Podrías poner un pie de página con referencias a la RAE, por lo demás, ya sabes lo que pienso de los clásicos, están sobrevalorados!

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  2. Hola
    Yo concuerdo con tu análisis de la película. No merece dos horas

    ¿Cuál es la próxima de tu lista? ¿Por qué no "Dublineses" o "El hombre tranquilo" o "Ser o no ser"? Creo que te agradarían, van a tu estilo. Quizás ya las has visto.

    Juan Ignacio

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