lunes, 26 de diciembre de 2011

Disparando a Larra

Tras casi un mes sin publicar, he de seros sincera, la convalecencia no es que me haya permitido hacer gran cosa; pero sí hubo una que merece especial mención.
Hace un tiempo participé en un concurso de microrrelatos promovido por el Museo del Romanticismo, y como premio, organizaron una visita guiada privada a puerta cerrada.
La actividad del museo desde que reabrieron (tras casi 8 años de rehabilitación) se ha ampliado con una oferta muy variada: desde talleres infantiles hasta conciertos de música clásica y pop, incluyendo la celebración de la Semana Gótica de Madrid, tertulias en su café y exposiciones temporales.
Ya había estado en el museo a finales del verano, pero esta vez me envolvió una sensación distinta, más decimonónica: una mezcla entre "Cuento de Navidad" de Charles Dickens y "El Estudiante de Salamanca" de José de Espronceda. Sí, algo extraño.
El guía detalló cada estancia, contó anécdotas desconocidas de muchos objetos y de sus propietarios mientras se escuchaba a una soprano cantar en el salón de baile junto al arpa.


miércoles, 14 de diciembre de 2011

Escape

¿Alguna vez os ha ocurrido que no tenéis ánimos para leer ningún libro?

Llevo casi dos semanas desde que me terminé el último, El asombroso viaje de Pomponio Flato, y no me ha dado por coger ningún otro. Es como si me hubiese saturado de libros en lo que llevo de año y necesitara hacer un descanso, alejarme de toda palabra escrita que ocupe más de 200 páginas.

Me resulta curioso, cuando no preocupante, puesto que tengo una lista de libros pendientes que me acucia día tras día. Pero cuando me acerco de nuevo a las estanterías cuajadas de libros que hay en mi casa, instintivamente se me va la mano detrás de algunos que ya he leído hace relativamente poco, dos años a lo sumo. Entonces me digo que para volverlos a abrir, prefiero no leer y así escucho música.

 
De modo que me encuentro a mí misma haciendo algo insólito para lo que acostumbro: aislarme acústicamente en el metro con los cascos puestos (entended que no me guste emplear el móvil como equipo de música para que lo escuche todo el vagón, como he tenido ocasión de comprobar con cierta gente que pulula por el suburbano -ejem, chonis-)

Y estará mal que lo diga, pero consigue distraerme más que leer, al menos estas últimas semanas. Para mí, la música es un simple instrumento por el que me valgo para obtener algo, en este caso evasión; lo que en otros ambientes llamarían droga sin andarse tanto por las ramas, que para el caso es lo mismo.

No sé si se me pasará pronto esta etapa. Puede que el día menos pensado me dé por escoger un libro y volver a la rutina. Quién sabe.